El lado oscuro de los Kidfluencers

Por: Vera Nova

El auge de los «kidfluencers» es un fenómeno que, aunque parece un juego inofensivo, tiene muchos más riesgos de lo que suele ser visible. Desde pequeños, estos niños ganan popularidad en plataformas como YouTube y TikTok, siendo protagonistas de retos, bromas y contenido patrocinado que, a simple vista, parece divertido. Sin embargo, detrás de estos videos y publicaciones se esconde una realidad mucho más compleja, que ha sido retratada de manera cruda en el reciente documental de Netflix Bad Influence: The Dark Side of Kidfluencing. El documental expone los peligros de esta cultura, mostrando cómo la imagen de los menores es explotada, cómo se les somete a una presión constante por mantener una imagen perfecta y cómo, muchas veces, los padres se convierten en cómplices de una maquinaria que, aunque lucrativa, no siempre garantiza su bienestar.

Las redes sociales se han convertido en un escenario donde marcas y empresas encuentran una oportunidad única de conectar con audiencias jóvenes, utilizando a los niños como las caras de sus campañas. Esta tendencia ha dado lugar a un mercado que explota las emociones de los más pequeños sin tener en cuenta las implicaciones de largo plazo. Aunque la presencia de estos niños en línea puede parecer inofensiva, el impacto en su desarrollo emocional y psicológico no debe subestimarse. Al estar expuestos a un mundo digital donde las expectativas sobre su imagen son tan altas, se genera un desgaste que podría tener consecuencias duraderas.

Además, uno de los aspectos más preocupantes es la falta de regulación en torno a la presencia de menores en el ámbito digital. Las leyes actuales no están lo suficientemente equipadas para proteger a los niños de la explotación en línea. Este vacío legal deja a los menores vulnerables a una serie de abusos, desde el uso de su imagen para fines comerciales sin su consentimiento hasta la manipulación de datos personales. En un entorno digital que avanza a un ritmo tan acelerado, el marco legal necesita ponerse al día para evitar que los niños sean explotados como productos en una vitrina virtual.

En este contexto, surge una pregunta fundamental: ¿estamos educando correctamente a las nuevas generaciones sobre los riesgos y responsabilidades del entorno digital? Si bien los padres y educadores tienen un papel importante, la educación digital no puede depender únicamente de ellos. Las plataformas también deben asumir su responsabilidad, no solo creando contenido que proteja a los menores, sino fomentando una cultura de respeto, privacidad y ética. Y, lo más importante, las leyes deben evolucionar para garantizar que los niños puedan ser niños en el mundo digital, sin convertirse en objetos de consumo.

¿Qué futuro le espera a la infancia si seguimos permitiendo que los menores sean explotados digitalmente en aras de la fama y el marketing? Esta es una cuestión que deberíamos empezar a reflexionar, pues la respuesta podría definir no solo la manera en que usamos las plataformas, sino el bienestar de las futuras generaciones.