Por: Arantxa García
La comunicación ha existido desde la creación y aunque los formatos han cambiado, los tiempos han cambiado y los medios han cambiado, la comunicación sigue siendo exactamente la misma. Hace tan solo unos años, los diarios, la radio o la televisión se limitaban a un único formato, pero ahora entra en juego un elemento de hibridación: los diarios se leen en internet, puedes ver videos y hablar por chat.
Pero, la evolución de formatos no sólo ha sido visible en la era digital actual. A lo largo del siglo XX, el contenido se consumía principalmente a través de textos impresos, desde periódicos hasta libros y revistas. Más adelante, el surgimiento de la televisión en los años 50 y el auge del internet en las últimas dos décadas del siglo XX transformaron los canales de consumo de información, diversificando las formas en las que las personas accedían a las noticias y al entretenimiento. Hoy, las redes sociales y las plataformas audiovisuales han ganado terreno, permitiendo que el video y los contenidos multimedia dominen las preferencias de las nuevas generaciones. No obstante, la esencia de lo que hace efectivo un mensaje no ha cambiado: debe ser comprensible, relevante y memorable.
A pesar del dominio de nuevos formatos, los mensajes bien construidos siguen siendo el eje central de una comunicación eficaz. Tanto en una cápsula de 30 segundos en TikTok como en un extenso artículo de opinión, el mensaje debe resonar con la audiencia. En este sentido, los canales y formatos pueden adaptarse a las nuevas tendencias, pero la estrategia de comunicar con claridad, tener impacto y ser coherente sigue siendo crucial.
Un ejemplo reciente de esta convergencia entre nuevos formatos y la importancia de un buen mensaje se puede observar en las campañas publicitarias digitales. Marcas de todo el mundo invierten millones en plataformas como Instagram o YouTube, pero, más allá del canal utilizado, el éxito de estas campañas radica en la capacidad de transmitir un mensaje que conecte emocionalmente con el público.
Aunque las formas de consumir contenido han evolucionado, el corazón de la comunicación efectiva sigue siendo el mismo: un buen mensaje. Es evidente que la comunicación no dejará de evolucionar nunca. Siempre encontraremos formas nuevas de transmitir mensajes. Siempre intentaremos ir un paso más allá y poner al límite nuestra capacidad de comunicarnos.