Por: Vera Nova
Según datos oficiales del Colegio Electoral de Estados Unidos, las elecciones presidenciales de 2024 han concluido con la reelección de Donald Trump, quien obtuvo 306 votos electorales frente a los 232 de Kamala Harris. Este resultado ha dejado al país en una mezcla de emociones complejas y, en muchos casos, contradictorias. Para una gran parte de sus seguidores, la victoria de Trump representa una continuación de la política económica y el nacionalismo que sienten como pilares necesarios para proteger sus trabajos, valores y estilos de vida. Sin embargo, su estilo de liderazgo, directo y sin concesiones, sigue siendo profundamente controversial, y esto asusta a muchos que temen por la estabilidad y la unidad del país. Su retórica, que no rehúye la confrontación, resulta desafiante para aquellos sectores que buscan un tono más conciliador y menos polarizante en el gobierno.
A lo largo de la campaña, Trump logró establecer una narrativa centrada en la seguridad económica, el control fronterizo y la energía, enfocándose en atraer votantes de estados donde estos temas pesan de forma decisiva. Para muchos en áreas rurales y en sectores industriales, su mensaje de “América primero” brindaba algo que deseaban desesperadamente: la promesa de estabilidad económica y una protección ante los cambios que parecían poner en riesgo su estilo de vida. A diferencia de la campaña de Harris, Trump no intentó diversificar sus mensajes, sino que reforzó sus posiciones, consolidando una base de apoyo fiel y dispuesta a hacer oír su voz en las urnas.
Por su parte, Kamala Harris intentó proyectarse como una figura inclusiva, capaz de representar a los distintos sectores de la sociedad estadounidense. Como vicepresidenta, tenía una posición única, visible y poderosa, y su campaña estuvo impulsada por temas de justicia social, cambio climático y salud pública. Sin embargo, el esfuerzo por mantener un equilibrio entre las demandas del ala progresista y las expectativas de los votantes moderados resultó complicado. Al intentar abarcar muchas agendas, su mensaje se diluyó y, a fin de cuentas, no logró convencer a suficiente gente de que su propuesta era la mejor para enfrentar los desafíos de hoy.
Los resultados no tardaron en abrir un debate sobre las causas de su derrota. Algunos señalaron rápidamente que su condición de mujer y su origen racial pudieron jugar en su contra; sin embargo, la falta de votos no se debió a esos factores. Trump ganó precisamente porque apeló a los estadounidenses como ciudadanos, independientemente de su color de piel o raza. Ya sea por el corto tiempo que tuvo para hacer campaña o la dilución de sus mensajes, Harris no llegó con la fuerza necesaria a aquellos sectores que necesitaba para ganar. En el ámbito político actual, el electorado está cada vez más enfocado en resultados tangibles, en respuestas inmediatas a sus problemas, y en ese sentido, la propuesta de Trump resultó más directa para una porción importante del país.
Para muchos, la elección de Trump es alentadora en el sentido de lo conocido, una vuelta a lo que ya habían experimentado; para otros, es un motivo de inquietud. La tensión entre estas visiones crea un ambiente cargado de emociones encontradas, donde la esperanza y la resignación coexisten. Algunos votantes se sienten escuchados, mientras que otros ven esta elección como un retroceso en temas que consideran fundamentales. La historia de las elecciones en Estados Unidos ha sido, en gran parte, la historia de la voluntad de su gente por elegir lo que perciben como conveniente para sus intereses y valores. Y aunque solo el tiempo dirá si esta decisión cumplirá con esas expectativas, la polarización del país nos recuerda la necesidad urgente de un liderazgo que sepa unir y no dividir.
Lo que muchos desconocen es que en esta contienda también participaron cinco candidatos independientes, quienes, al no ser invitados a los debates presidenciales oficiales transmitidos en medios de comunicación, vieron sus candidaturas y propuestas sin una plataforma que pudiera darles visibilidad ante el electorado. Esta exclusión limitó al público la oportunidad de conocer opciones alternativas y, en un contexto de creciente insatisfacción con el bipartidismo, plantea una reflexión sobre el derecho a la representación diversa en tiempos de elecciones.
Quizá sea el momento para que Estados Unidos considere el fortalecimiento e inclusión de figuras independientes que puedan ofrecer una alternativa que represente el centro político que muchos anhelan. Pero también, y en el corto plazo, podría ser sabio para la nueva administración destacar otras figuras dentro del gobierno que equilibren el estilo de Trump, figuras que sean percibidas como expertas y confiables en temas donde él muestra ciertas debilidades. Esto podría fortalecer la imagen de su gobierno y generar mayor confianza entre los sectores escépticos, creando una narrativa de colaboración y solidez.
La pregunta que persiste ahora es si esta elección realmente llevará a Estados Unidos hacia lo que necesita o si, al final, solo está postergando las grandes decisiones que aún quedan por hacer.