Hablar es fácil, otra cosa es generar influencia

Por: Stella León

La creencia de que hablar mucho para convencer a otros o simplemente para explicar una idea es un mito. ¿Desde hace cuánto tiempo la gente, especialmente la juventud, dejó de leer y escuchar atentamente más allá de 30 segundos? Evidentemente pasó de moda hace mucho tiempo.

Vivimos ante la realidad de un público que quiere resultados inmediatos, un público que se conforma con la información de un titular y es capaz de sacar sus propias conclusiones en vez de informarse correctamente. Es por ello que el fake news ha cobrado tanto espacio. Ante esta realidad hemos visto cómo las marcas de producto, marcas institucionales han tomado acción en la manera de proyectarse, en la manera de generar diferenciación. No ha sido así necesariamente la realidad de marcas personales, que muchos aún no entienden este concepto.

Hablar tiene como propósito generar influencia. Hablamos de manera oral y escrita, hablamos por diversos canales: redes sociales, televisión, blogs, radio, cara a cara. Y es que hablar apropiadamente para convencer a otros es un arte, requiere de la técnica. Es preciso preparar las palabras correctas, requiere borrar, hacer ajustes en la narrativa, utilizar los sustantivos, adjetivos, verbos correctos. Hablar requiere prepararse, ensayar, adquirir las habilidades para afianzar y desarrollar el poder de hacer llegar el mensaje que deseamos transmitir a nuestra audiencia.

El discurso en particular es una pieza cuya estructura articula un mensaje central, un hilo conductor de principio a fin para enganchar a la audiencia, de tal modo que cautive y que logre el propósito de influir en su propósito. Cabe destacar también que el discurso no es simplemente las palabras, es el tono, es el volumen, son las manos, el cuerpo, las expresiones, la coherencia, el estilismo. El discurso es todo o nada.

Analicemos brevemente el discurso de la ex primera dama Michelle Obama, en la reciente convención nacional demócrata 2024. Michelle se presenta al escenario con total seguridad ante una ovación multitudinaria, con un traje que la muestra moderna, estilizada, avasallante. Su mensaje central se enfoca en la “esperanza” ante los comicios venideros para convencer a su público de ejercer el voto en favor de la candidata demócrata.

Michelle apela a la emoción al invocar a su madre y al luto que su partida ha significado, y la influencia de esta en su vida personal y profesional. No menos importante fue la ocasión para atacar al oponente republicano. Lo hace con agudeza, altura y humor exquisitos. Su manejo escénico es una sinfonía que entona su mensaje. En sus palabras no hay desperdicios ni distracciones. Un mensaje claro, oportuno, convincente. Su lenguaje es claro, directo y dirigido a la audiencia que conoce. No es la primera vez. Cómo olvidar el famoso mensaje “when they go low, we go high” de su discurso en la convención nacional demócrata 2016. Michelle es sin dudas un modelo de oradora experimentada.

Para evocar un discurso es imprescindible conocer la técnica: a quién la voy a hablar, que quiero lograr a través del mensaje, cómo puedo decirlo para que sea directo y oportuno para generar influencia, cómo estructurarlo, qué quiero que la gente recuerde cuando ya no me escuche tiempo después. Y no menos importante, la práctica porque es fácil verlo y criticar a distancia, pero realizarlo conlleva además, entre tantas cosas, controlar las mariposas en la panza.